Hola Hermano/a: Te doy la bienvenida a este espacio que desea ser justamente un vinculo que te lleve al Cielo. Ojala este sitio sea esa Escalera como la que Jacob vio en sueños alla en Betel y puedas decir como el: " Esta si es casa de Dios y puerta del cielo" y ver a los angeles de Dios subir y bajar por ella llevando tus oraciones y trayendo bendiciones de parte de Dios para tu vida.

miércoles, 29 de junio de 2011

LAS TENTACIONES DE JESÚS EN EL DESIERTO


REFERENCIA LC.4, 1-13
La Palabra de Dios dice que estando Jesús lleno del Espíritu Santo, luego de haber sido bautizado en el Jordán y lo lleva AL DESIERTO. El desierto es el lugar de la prueba (como el oro en el crisol) y de la formación. El desierto nos prepara en la verdadera intención del cristiano.
En el desierto empezamos a conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas.
En el desierto somos seducidos por la presencia amorosa de Dios y nos dejamos seducir porque El es mas fuerte que nosotros y nos puede.
Hoy ustedes, como Jesús, después de haber sido bautizados en el Espíritu Santo la semana pasada, providencialmente han sido traídos al desierto, porque eso es un retiro espiritual, un estar en un despojo total de sí mismo para estar con Dios, justamente en este triduo que culminara con la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.


¡Que bueno es Dios que nos ha llamado a experimentar sus propias sensaciones y vivencias a nosotros, sus hermanos, para que como el salgamos de este retiro triunfantes y llenos de su Espíritu Santo para poder servir de una manera más eficaz a nuestros hermanos de comunidad!.

Mientras hacia mi meditación sobre esta lectura, me preguntaba porque las genealogías de Jesús se encuentran inscriptas entre el Bautismo de Jesús y las tentaciones en el desierto. (Lc 3,23-37)
Las genealogías nos dan cuenta de la IDENTIDAD. Cuando nosotros hacemos nuestro árbol genealógico, estamos construyendo nuestra propia identidad. Después del bautismo en el Jordán, Dios nos marca de una manera precisa la IDENTIDAD DE JESUS COMO HIJO DE DIOS.
¿Porque en el Evangelio de Mateo, por ejemplo están en el primer capitulo, como  introduciéndonos de algún modo  al misterio de Jesús en la tierra, mientras que en Marcos y Juan ni siquiera hacen referencia?
Pero he  aquí  que note algo interesante. En el versículo 22 del capitulo anterior, Dios dice: “este es mi Hijo...”; el versículo 38 habla de “Adán, hijo de Dios” y luego en el capitulo 4 ,1-13 propiamente dicho, el demonio le dice a Jesús: “Si tu eres Hijo de Dios...”
Como si el demonio quisiera instaurar la duda contra la filiación divina de Jesús “si tu eres Hijo de Dios...”
Aquel que lee los Santos Evangelios por primera vez, puede aparecerle esa  duda de que ¿cómo? ¿No es Jesús el Hijo de Dios? ¿Por qué dice acá que es Adán  hijo de Dios? Conclusión: Ah, Adán y Jesús son iguales.
Es por eso que el demonio comienza a tirar dardos venenosos contra Jesús.
Imagino al diablo pensar: de todos modos, si pude tentar en otro tiempo al “otro” hijo de Dios, si lo pude corromper... seguramente con este otro también lo podre hacer.
Pero Jesús no era “otro” hijo de Dios ( y el diablo lo sabe bien!!!), Jesús es EL HIJO DE DIOS.
Podríamos decir que tenemos aquí un original y un duplicado: El original es Jesús, con toda su perfección, con toda su santidad, con todo su amor y el duplicado es Adán, fallado por la herida del pecado, débil y manipulable.
¿Por qué un duplicado? Basta con que nos remontemos al Génesis 1,26 “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza...”
Adán, como su descendencia (nosotros)...porque a veces nos olvidamos que somos descendientes de Adán, o no lo queremos reconocer..., es imagen y semejanza de ese Dios que es Padre, que es Hijo y que es Espíritu Santo. Porque Dios no dice: “hagamos al hombre a mi semejanza”, sino a NUESTRA semejanza.
Porque Dios formo al hombre, lo creo con un amor tal, al punto de hacerlo a su imagen y semejanza. ¿Qué padre bueno no quiere que su hijo sea parecido a el?
Sobre todo parecidos a Jesús, somos llamados, convocados por este maravilloso Dios de la vida a reproducir la imagen de Cristo en nuestra propia vida.

Pero el demonio, lleno de envidia y de celos porque el había dejado de ser el preferido de Dios, el mas bello, el mas sabio, el mas luminoso, arremete contra el hijo de Dios y lo induce a pecar, lo induce a la desobediencia, lo induce al desamor. Porque en definitiva el pecado es desamor contra el Padre bondadoso. Y entonces cree que con este Hijo de Dios podrá hacer lo mismo, o al menos lo intentara, porque para eso no se cansara nunca. Y con nosotros querrá hacer lo mismo, sobre todo si intentamos reproducir en nosotros mismos a Cristo.

Ahora si vamos a adentrarnos en las tentaciones en el desierto.
El demonio lo va a tentar  tal como lo hizo desde el principio con aquel hijo de Dios, Adán, con la tergiversación de la Palabra de Dios. Con las verdades a medias, con el doblez en la intención.
El demonio sabe que el alimento de Jesús es hacer la voluntad del Padre, por lo tanto comienza entonces a tentar a Jesús porque vio que tenía hambre y le dice que convierta las piedras en pan. Pero Jesús, como ya conoce la estrategia del diablo, “el existía desde el principio (1 Jn 1,1), le replica también con la Palabra de Dios. Solo que en boca de Jesús, la Palabra de Dios es verdadera y eficaz, pues El es la Palabra perfecta, sana y pura salida de la boca de Dios.
Imagino a Dios exhalando su Aliento de Vida y llegando como sombra sobre Maria niña, tierna y pequeña, inocente lirio tomado del Jardín de Dios y formándose en su seno el Verbo Eterno, Jesucristo, el Salvador.
¡Con cuanto amor habrá exhalado ese Aliento de su boca para que se formara en un vientre de mujer el Amor de todos los Amores! ¡Que misterio inefable este de Dios! ¡Que imposible de entender si no es con el corazón! Porque estos misterios se conocen y se entienden desde el amor, desde el corazón.

REPUESTAS CLAVES DEL JESUS AL DIABLO:

Ø “no solo de pan vive el hombre”. Y es cierto, porque el hombre es dueño de toda la creación y de comer de todos sus frutos. Y sino leamos en el Génesis 1,28-30 (1ra.narración de la creación del hombre). Dios le da al hombre el uso de todo lo que hay sobre la tierra y en el mar y en el cielo para su propia alimentación. No necesita que el demonio lo tiente con un pedazo de pan solamente.  En la segunda narración dice en el cap.2 verso 16: “puedes comer de todos los arboles que están en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De el no deberás comer, porque el día que lo hagas quedaras sujeto a la muerte”. Y en el capitulo 3, verso 22 dice: Después el Señor Dios dijo:”El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre”. ¡Que maldito ese demonio!  porque desconociendo el hombre todo lo que tiene para disfrutar en esta vida, lo engaña, lo seduce por migajas. Ayer, en el paraíso por un fruto delicioso (habiendo tantos mas y mejores quizás que ese) y ahora por un pedazo de pan. ¡Pero si le estaba hablando al Pan de Vida! Cuantas veces el demonio nos tienta con frutos a la vista deliciosos, apetecibles pero que no son buenos para nosotros. Cuantas veces hemos trepado al árbol del bien y del mal y hemos quedado desnudos ante nuestra propia debilidad... ¿Qué caro que pagamos los frutos del pecado!
Ø “adoraras al Señor tu Dios...” El hombre, según dice la Palabra ha llegado a ser como un dios en el conocimiento del bien y del mal, pero en su arrogancia  se ha querido elevar a la categoría de Dios, creerse Dios y el tentador abusa de esta arrogancia del hombre. Pero sabe también que como criatura, necesita a su vez, remitirse a aquel que lo creo. Podemos visualizar miles de situaciones en que nos hacemos adoradores de nosotros mismos: “yo soy dueña de mi cuerpo”, “tengo derecho a elegir”, “no voy a confesarme con otro hombre como yo”, “yo elijo mi forma de vivir o de morir”. Idolatría, pura idolatría hacia nosotros mismos. Nos creemos dioses, pero cuando se nos caen las estanterías, entonces lloramos, pataleamos y le echamos la culpa a Dios por nuestras desgracias: “Dios me castigo”. ¿Dios te castigo? ¿no será que vos te autocastigas viviendo a espaldas de Dios? ¿no será que lo que recibís es el pago de tus pecados, el vuelto de tu vida mal vivida?

Ø “El dará ordenes a sus ángeles..”
             En el Evangelio de Mateo capitulo 4,11 efectivamente dice que “unos ángeles se acercaron a servirle”
Es curioso pensar que las tentaciones aparecen en el Paraíso (Gn 3,1-13) y en el Desierto (Lc 4, 1-13).
En ambos sitios, la tentación se remite a tres campos: EL TENER, EL PODER Y  EL SABER (Conocimiento ver Gn 3,6). Y en todos los casos, estos tipos de tentación remiten a un pecado mayor : LA SOBERBIA.

Es un concepto que no nos animamos a decir abiertamente, pero con nuestro modo de actuar y de vivir lo estamos confirmando.
Y cuando no tenemos algo, o no tenemos poder sobre algo o no sabemos algo, nos agarra la depresión, la angustia, el abatimiento: “nadie me ama...”, “todos están en mi contra...”, “todo me pasa a mí”. Y ese  “mi-yo”, no es otra cosa que una soberbia galopante, una falta de humildad que pasma, y que no me deja reconocer el verdadero valor y sentido de las cosas.
También podría decirse que estos tres campos convergen en uno solo que es el deseo de POSESION.
La posesión como dominación del otro, dominación del hombre por el hombre, dominación de la fuerza por sobre la razón, dominación... Y Dios dice: “dominad la tierra...” pero es tan distinta este tipo de dominio, tan lleno de libertad, tan lleno de vida y de gracia.
La otra dominación es la forma refinada del EGOISMO. El regodearse consigo mismo, el pensar solo en sí mismo, en buscar el bien solo de uno mismo.
En el Tener, la posesión es sobre las cosas y la gente. Lo mío es mío, y no lo comparto.
Podemos tener la tentación de buscar desmedidamente los dones espirituales.
No solo es natural sino necesario que el Espíritu suscite carismas en su Iglesia; en particular y como lugar especialmente adecuado, en los grupos de oración, donde se le ofrece una oportunidad especial para actuar. Pero nuestra actitud es colocarnos sencillamente como personas disponibles a ser usadas por El cuando quiera y donde quiera, aun en lo más extraordinario. No nos asuste la expresión.
Pero el deseo desmedido de los carismas cierra la mano del Señor. El no quiere ser forzado. El es libre y la actitud humilde de disponibilidad es la  mejor preparación para que, si entra en sus planes, llegue hasta nosotros la gracia de sus dones.
Esta tentación, más perceptible y manifiesta a los comienzos, puede asaltarnos también cuando estamos comprometidos en el liderazgo.
El hecho de ser investidos con una misión de gran importancia en la Iglesia (dirigir un grupo de oración, hacer desarrollar los carismas de los hermanos, discernir la autenticidad de ellos, etc) es un terreno propicio para que el maligno nos ataque: “TENEMOS QUE ESTAR BIEN EQUIPADOS PARA DIRIGIR, AYUDAR, PASTOREAR A NUESTROS HERMANOS. PARECE QUE DEBIERAMOS TENER EN ABUNDANCIA LOS CARISMAS PARA “CONTRUIR” LA COMUNIDAD DE LA QUE SOMOS RESPONSABLES”.
El celo apostólico, mal orientado, la envidia oculta, el deseo de ser considerado y admirado puede hacer presa en nosotros. El espíritu del mal no nos tentara abiertamente; lo hará como a Cristo en las tentaciones del comienzo de su vida pública a partir de un bien real o aparente.
Debemos estar serenamente alerta, pues seremos tentados en lo que algunos designan con el nombre de “carismanía”: deseo desordenado de carismas. Es un peligro real que entorpece la verdadera Efusión del Espíritu Santo; predispone para las “falsas iluminaciones” y puede llegar hasta la soberbia.
Entra en la “carismania” un error que indica no haber dado con la pedagogía más elemental de la espiritualidad cristiana: esperar que las vidas sean guiadas, siempre y constantemente, por mensajes y revelaciones sobrenaturales; dicho de otro modo, esperar que Dios intervenga de un modo carismático cuando los poderes naturales son suficientes para resolver el problema. Es decir, no hacer lo que nosotros tenemos con la idea que Dios proveerá a través de sus dones.
En el Poder, la posesión es sobre las voluntades. Los demás tienen que hacer lo que yo quiero. Aquí puede aparecer la aparición del “Deseo de dominio”.
La tentación se disfrazara y la dificultad será descubrirla como tentación: porque partirá de lo bueno o de lo aparentemente bueno: de un servicio activo para el Señor; de no dejar infructuosos sus dones naturales y divinos. Aparecerán los pretextos.
La búsqueda y actitud de dominio (o de poder) puede ser a nivel consciente o inconsciente.
A nivel “consciente” es cuando me doy cuenta que yo, actualmente, quiero valerme de los grupos de oración para mi propio prestigio: “una persona puede ser tentada de escalar cierta posición de oración porque servir de este modo lo hace sentir en una posición importante”.
La tentación responde a un deseo fomentado de prevalecer, de imponerse, de exhibirse, de obtener o aumentar su prestigio. Estamos, cuando nos entregamos a ella, dentro del campo bien penetrado de inmoralidad. El “seguir a Cristo”, “hacerlo y ser de hecho centro de nuestra vida y del grupo que dirigimos”, se queda en mera expresión sin contenido, es más, se convierte en un desacato al Señor  y en una deslealtad.
Podemos llegar a servirnos del grupo. Hay en esto un ingrato y fraudulento desplazamiento del Señor para situarnos en su lugar.
Será necesario entonces de reconocer el error, arrepentirse, acudir al Señor con la carga de pobreza espiritual para sacar de esta experiencia del mal un fruto de humildad y de un servicio más desinteresado.
Lo realmente tremendo es cuando el servidor no se deja ayudar, cuando permanece tercamente en sus puntos de vista, no dejarse iluminar por otros hermanos.
En el Saber, la posesión es sobre el conocimiento. Yo lo denominaría “gula espiritual”.
Deseo desmedido de obtener todo tipo de conocimiento espiritual.
Y en esto debemos ser muy cuidadosos porque, si bien es cierto que el Señor reclama que su pueblo perece por falta de conocimiento, un afán desmedido por querer penetrar en los misterios divinos puede llevarnos a buscar en lugares equivocados esos conocimientos.
No es de asombrarse como en muchas ocasiones hemos oído que servidores de años aun van a las consultas de quiromantes, nigromantes, y otras yerbas, seducidos por el demonio tal como los hizo con Eva (Gen 3,6).
Evidentemente la orden de no acercarse al árbol del conocimiento del bien y del mal por parte de Dios, tenía un fundamento, pues tal como decía Pablo: “todo me es permitido, mas no todo me conviene”.
Hay cosas que no necesitamos saber, pues pertenece a la dimensión del misterio...es en definitiva querer ser como Dios.
Y cuando no obtenemos estas cosas nos sobreviene la angustia, la tristeza, la desesperación, la depresión, el resentimiento y muchos otros sentimientos que hacen que nuestro servicio se vea limitado y aun deteriorado…
Hay otras tentaciones muy importantes que pueden aparecer en nuestra vida cristiana, sobre todo si estamos sirviendo:
El paraclericalismo o independencia frente a la jerarquía. El p. O´Connor expresa: “Uno de los aspectos más admirables y prometedores de la Iglesia actual, es el redescubrimiento del sacerdote y el apostolado de los seglares. La renovación constituye un poderoso apoyo a este avance, porque es precisamente oficio de los carismas,  proveer al individuo para que desempeñe un ministerio en la Iglesia. Muchos laicos, mediante los carismas, recibidos por ellos son llamados y de hecho desarrollan un claro ministerio de enseñanza, predicación, profecía, consejo…
Esto se halla de acuerdo con la naturaleza de la Iglesia y es una reacción al clericalismo exagerado imperante en tiempos pasados.
El “paraclericalismo” ocurre cuando el liderazgo de los seglares llega a duplicar o usurpar funciones que corresponden al sacerdocio oficial.
El sacerdocio de ordenación se origina en el mandato dado por Jesucristo a los Apóstoles. Fue, pues establecido por el mismo Señor y constituye un elemento estructural y permanente de la Iglesia.
Los carismas representan la libre inspiración del Espíritu, que sopla donde quiere, independientemente de la función.
El sacerdote ordenado y el carismático son instrumentos de Cristo y el Espíritu; pero en forma distinta. Las sagradas órdenes hacen que quienes las reciben sean representantes personales de Cristo: in persona Christi
Resulta lamentable presenciar actitudes más o menos simuladas de rebeldía y desplazamiento.
Lo verdaderamente peligroso es que el seglar no tiene el bagaje teológico que tiene el sacerdote y pueden llegar a cometerse errores o inexactitudes. Aferrados a la inspiración del Espíritu, improvisan sobre la Iglesia, sobre puntos centrales del cristianismo con osadía, mezclan lo verdadero con lo falso.
El desaliento La tentación del desaliento es una de las más frecuentes en la vida espiritual. Es una de las más sutiles y peligrosas.
No pocos se han visto frenados en su vida de crecimiento.
Los altos y bajos se suceden con cierta intermitencia. Nos recuerdan la periodicidad de las mareas, aunque no se puede aplicar la comparación estrictamente.
Nos hallamos unas veces encendidos en el amor de Dios, acrecentados en nuestra fe; disponibles para entregarnos, sin precio ni medida a los demás hasta el heroísmo.
Otras veces nos sentimos como alejados de Él, insensibles ante lo divino, torpes y perezosos para el bien, sin gusto alguno del Señor u de sus dones…el reverso de la medalla.
Sin embargo, menos de contar con que este contraste se producirá en nuestra vida espiritual; que seremos sometidos a este proceso, que caminaremos con intermitencias en la luz y en la oscuridad de la fe.
Muchos reaccionan y parecen proceder lógicamente: “ si me siento frio, insensible…Por que asistir al grupo de oración? Por que orar cuando mis palabras parecen brotar de la punta de los labios con un corazón ausente? Por que tener que aguantar una hora de reunión, perdiendo un tiempo precioso???? Cuantos  POR QUE!!!
La tentación del desaliento puede incluir aspectos tan variados como: las desilusiones por causa del prójimo, del, grupo, del dirigente…y aun hasta de Dios mismo.
También incluyen la experiencia de los propios límites, las falsas interpretaciones de la voluntad de Dios, el cansancio de practicar el bien, el sentimiento de fracaso, etc.
La improvisación La tentación de la improvisación puede malograr el fruto o disminuirlo. Hay que darle la importancia que tiene. El espíritu del mal está al acecho y nos sugerirá mil pretextos para no prepararnos debidamente. Inocente o perezosamente se da a veces, una lamentable convivencia en nosotros con esta intención de que se ha propuesto malograr la obra del Señor como sea.
Todo trato con el Señor requiere una preparación de nuestra parte.
Hay que  hacer un corte psicológico y espiritual con la ocupación precedente, crear un clima para el dialogo entre ambos.
La oración personal es fundamental para conocer lo que el Señor quiere que hagamos y como lo hagamos.

Las tentaciones son “nuestro pan de cada día”. Son congénitas a cada hombre. Salvo Jesús y María Santísima que jamás pecaron, todos  los hombres pecamos. Y todo pecado, indefectiblemente es precedido por una tentación.
Si hay tentaciones debe necesariamente haber FUENTES de tentaciones.
Desde el principio, desde que nuestros primeros padres pecaron, la fuente principal de tentación es el diablo.
Cada ser humano tiene dentro de sí una fuente de tentación que llamamos concupiscencias o pasiones desordenadas.(la carne)
También hay otra fuente que es el mundo.
Las tentaciones que sufrió Cristo son las que provino del diablo, pues el no tenia concupiscencias como nosotros.
Las tentaciones forman parte de nuestra vida y tenemos que comprender su función y sobre todo, saber combatirlas.
Las tentaciones también tienen un sentido salvífico. Así lo refiere el CATIC  n° 539:
“los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto, Cristo se revela como Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto es vencedor del diablo”.
Las tentaciones nos ayudan a fortalecer nuestra opción por Dios.
Antes de entregar un coche a la agencia, los fabricantes tienen que probarlo en la pista de pruebas. Si pasan la prueba lo consideran como un buen coche y digno de la marca que ostenta. La vida del hombre también es como una pista de prueba para ver si él es digno del sello que Dios le imprimió en su alma en el momento del bautismo.
Las tentaciones son permitidas por Dios para probar nuestro valor. Cada vez que superamos una tentación, se consolida nuestra opción por Dios, por el contrario, cuando caemos en la tentación debilitamos nuestra opción por El.
En la vida moral no hay momentos neutros: actuamos para o en contra de Cristo. “No se puede servir a dos señores”.
Hay que afianzar  cada día nuestra opción por Dios. Morir a lo nos ofrece la tentación, a nosotros mismos y hacer vivir más nuestro amor a Dios.
Las dificultades hay que afrontarlas y superarlas. Para el que ama las dificultades son ocasiones para demostrar su cariño por la persona amada. Hay que dar la vida, caer en tierra y  morir para vivir y dar fruto y que ese fruto sea duradero.
Esto es muy duro para quiere lo ven de afuera.
El resultado de esto es la fecundidad, fruto, realización, vida y vida abundante.
Cristo venció eficazmente las tentaciones. Cuando la casa se está quemando no vas a hacer un curso de cómo extinguir el fuego; cuando un avión se está cayendo no vas a sacar el manual de procedimientos de seguridad; entonces cuando estamos en tentación es importante prever, prepararse antes. Cristo, nuestro Maestro nos enseña no solo con su palabra sino también con su ejemplo.
La victoria de Jesús en el desierto sobre el tentador es un anticipo de la victoria de la pasión, suprema obediencia de su amor al Padre.(catic 539)
Cristo uso tres armas muy poderosas: la Palabra de Dios, el sacrificio y la oración. Con estas tres armas podemos superar cualquier tentación.
La Palabra de Dios, es la voluntad expresa de Dios que era lo que más le importaba a Jesús. El tenía su conciencia bien formada. Sabía distinguir entre el bien y el mal.
Si nosotros no  formamos nuestra conciencia, corremos el riesgo de caer en tentación.
No basta saber que se puede y que no, sino es necesario saber también el porqué no está bien o mal
Un católico debe tener una FE ILUSTRADA que significa saber porque una cosa es buena o mala moralmente.
La segunda arma, el sacrificio. Nos puede pasar como le paso a Eva (Gen 3,6)
Las tentaciones se nos echan encima con la violencia de la pasión. Son seductoras y nos pueden enredar fácilmente la voluntad.
Es por eso necesario tener una voluntad fuerte y firme. Una persona sin fuerza de voluntad es como una hoja llevada por el viento: no pone resistencia.
La tercer arma es la oración, que es en definitiva la unión con Dios. La oración nos anima, nos fortalece, hace que sintamos la presencia de Dios en toda nuestra vida. Si no oramos (y no digo de rezar) perdemos la comunión con Dios y hacemos las cosas según nosotros mismos.
Decía San Alfonso María de Ligorio: “el hombre que ora se salva; el que no ora, no se salva”. Parafraseando estas palabras del santo, podemos decir que el que ora vence la tentación y el que no ora no la supera.
Ø  “No tentaras al Señor, tu Dios...” (ver Dt 6,16)
Una de las cosas que mas disgustan a Dios es que lo pongan a prueba. Jesus le hace ver con esta palabra, que el es hombre y pudo ser tentado, pero que también es Dios y a el no se lo puede tentar.
Cuantas veces queremos probar temerariamente la existencia o el poder de Dios y si los resultados no son satisfactorios, simplemente renegamos de El.
Dios no tiene que demostrar nada porque  El es soberano.
A Dios le disgusta sobremanera que duden de El, de su amor y de su fidelidad y si nuestras peticiones son temerarias o extorsivas, nos va a ir muy mal.
Es muy distinto pedirle a Dios que nos ayude con fe como Daniel en Dn 6 a pedirle y si nos responde entonces creeremos.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que el existe y que recompensa a los que lo buscan” (Heb 11,6)
Dios no tiene que demostrar nada a nadie, al contrario somos nosotros quienes tenemos que demostrarle que somos dignos de su reino.

No tentarás al Señor tu Dios…

No pondrás a prueba a tu Dios, no lo obligarás a correr detrás de ti. No lo moverás
con tus lagrimas, porque prevaleció tu  desobediencia.
 La desobediencia no es la conducta en sí mismo. Sino la actitud de su corazón.
Dios mira el corazón del hombre, antes que su actitud.
Alguien que hace algo que no parece pecado, sin tomar en cuenta la opinión de Dios.
Peca en su corazón por rebeldía. Porque la rebeldía es la tendencia a actuar independientemente de Dios.

No tentarás al Señor tu Dios…

Sometamos nuestras decisiones a Jesús, miremos lo que Dios esta haciendo y repitamos
su conducta. Escuchemos su consejo. Actuemos en base a la convicción que el nos genera.
¿Cómo hacer esto?
Preguntar cual es la verdadera motivación de nuestra decisión. Si en esa motivación nos encontramos con nuestro ego, repensemos la decisión.